Para
cada uno de ellos la disciplina es una devoción y la
obediencia una forma de respetar a sus superiores: se marcha o
se regresa a la indicación de quien supone la autoridad.
Todos llevan el vestido que se les ha proporcionado y a nadie
se le ocurriría buscar fuera comida o ropajes. Porque estos
caballeros mantienen fielmente una existencia compartida,
sencilla y alegre, sin esposa ni hijos. Jamás se les verá
ociosos o buscando aquello que no les interesa. Nunca dan muestras de
ser superiores a los demás. Todos muestran más respeto al
valiente que al noble. Odian los juegos de los dados y el
ajedrez, por nada del mundo participarían en cacerías, si no fuera para el propio sustento ,se
rapan el cabello al ras, en ningún momento se peinan, en
escasas ocasiones se lavan, su barba siempre aparece hirsuta y
sin arreglar, van sucios de polvo y su piel aparece curtida
por el calor y la cota de malla. Un Caballero de Cristo es un
cruzado en todo momento, al hallarse entregado a una doble pelea:
frente a las tentaciones de la carne y la sangre, a la vez que
frente a las fuerzas espirituales del cielo. Avanza sin
temor, no descuidando lo que pueda suceder a su derecha o a
su izquierda, con el pecho cubierto por la cota de malla y el
alma bien equipada con la Fe. Al contar con estas dos
protecciones, no teme a hombres ni a demonio alguno. ¡Moveros
con paso firme, caballeros, y forzad a la huida al enemigo
de la Cruz de Cristo! ¡Tened la seguridad que ni la muerte ni
la existencia os podrán alejar de su caridad! ¡Glorioso será
vuestro regreso de la batalla, dichosa vuestra muerte, si ocurriera,
de mártires en el combate!
Anonimo siglo XII.
juan carlos ponete en contacto ya esta bien Orden Militar Católica del Temple de Jerusalén. llebas tres meses para pagar
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